Los seres humanos somos seres endotermos, comunmente llamados "de sangre caliente" y nos diferenciamos de los ectotermos, "de sangre fría", porque producimos nuestro propio calor interno y mantenemos esa temperatura. Pero, ¿por qué esta diferencia? ¿qué hizo que los seres vivos evolucionasen hacia uno u otro tipo?
Todo se remonta a hace millones de años, en el mar primigenio, ese primitivo ecosistema donde comenzó la vida y la evolución. Ese mar tenía una alta concetración de Potasio y una baja concentración de Sodio, y por ello nuestras células tienen aún hoy esa concentración en su interior. Sin embargo, el mar primigenio fue cambiando y el Potasio pasó a estar menos presente a la vez que aumentó la proporción de Sodio. Pero nuestras células no podían adaptarse, se habían formado en otras condiciones y ahora debían acostumbrarse a la nueva situación.
La permeabilidad de nuestras células nunca ha sido la ideal, y no han podido controlar el intercambio de moléculas de Sodio y Potasio dentro-fuera, y por ello deben estar continuamente controlando la proporción de éstos en su interior, tarea en la que invierte el 50% de su ATP (unidad energética celular). Por esto, los endotermos producimos mucho más ATP que los ectotermos, que al ser consumido genera calor.
Evolutivamente hemos producido calor y lo hemos mantenido de forma constante, nos hemos acostumbrado a ello y hemos desarrollado ciertas capacidades que sólo son posibles a estas temperaturas. Sin ir más lejos, para razonar y que funcione correctamente el cerebro necesitamos altas temperaturas. El margen térmico que toleramos los endotermos es mucho menor que el de los ectotermos (entre 30-47ºC frente a entre 0-50ºC).
Además, esta mayor necesidad de producción de ATP se traduce en que necesitamos consumir más energía en forma de alimentos.
Por todo esto, tenemos menores probabilidades de supervivencia en condiciones extremas, de mucho frío y escasez de alimentos, pero el desarrollo de nuestras capacidades cognitivas y mentales ha llegado mucho más lejos que el de la mayoría de seres vivos. Concluimos así, tras esta simplificada explicación, que somos más inteligentes gracias a la incapacidad de adaptación de nuestras células a lo largo de la evolución.
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Conocí la historia en una clase de Fisiología Aplicada al Medio Ambiente, hace meses. Tenía pendiente publicarlo en el blog.
(Imágenes no necesariamente relacionadas con el tema)
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Conocí la historia en una clase de Fisiología Aplicada al Medio Ambiente, hace meses. Tenía pendiente publicarlo en el blog.
(Imágenes no necesariamente relacionadas con el tema)
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